jueves, 23 de enero de 2020

Nos quiero

Reflexiones diurnas:

Nos quiero.
Más que te quiero, nos quiero.

Tú, tan real y transparente, te aceptas y quieres tal y como eres. No necesitas mis 8 te quiero al día para mantener a flote tu autoestima. No me dices te quiero esperando recibir otro a cambio. Nada de exámenes de sentimientos para comprobar insistentemente que lo que tenemos sigue vivo. Eres libre dentro de nuestra relación. No quiero límites para ti. Quiero que seas tu mejor versión. Si ya de por sí eres tan fantástica que cueste pensar que seas real, quiero que junto a mí lo seas aún más.

Yo, tan transparente y real como tú. Tan a gusto conmigo mismo. Te quiero, pero por encima de eso, nos quiero. Sin ti me siento bien, pero contigo me siento mejor. Juntos nos mejoramos. Tenemos nuestro propio lenguaje, nos entendemos sin hablar. Y entonces aparece ese nuevo estado que sólo surge cuando nos vemos. Y sale una parte de mí que sólo sabes sacar tú. Y sale esa parte de ti que sólo sé sacar yo. Y aparece eso que tanto quiero, eso que creamos siendo cada uno nuestra mejor versión dentro de nuestra relación. Algo que no existiría sin un tú y yo juntos.

Si cuando te conocí me gustaste tal y como eras, ¿por qué razón intentar cambiarte o limitarte? Te quiero cuanto más tú mejor, y si te intento cambiar o limitar para saciar mi inseguridad, es porque no me quiero yo. Y si no me quiero yo, no mereces que te quiera.

¿Sabes? Todos estos años de vida siempre he sabido que ME QUIERO. Por eso sé lo que quiero para mí, por eso tardé días en descubrir que TE QUIERO.

Me quiero + te quiero = nos quiero.

lunes, 31 de julio de 2017

Amor talla XS

El secreto del amor verdadero que dura para siempre es tan simple que parece inalcanzable para seres complicados como el ser humano. 

El secreto es este: 

Si quieres estar toda una vida con ella, con él, tienes que creerlo a pesar del viento y la marea, con tanta fuerza que no habrá obstáculos porque ustedes son el obstáculo, inamovible como el amor verdadero que les une y jamás hasta que mueran les separará, y quizás ni siquiera la muerte, quizás sólo si lo CREES y lo CREAS.

Porque si lo crees se lo transmitirás y ella también lo creerá, y entre los dos lo crearán.

Lo que crees 
es lo que creas.

Si crees que estás en una relación que no te llena, así será. La relación se moldeará en base a esa creencia. Y quizás tu necesidad de aparearte o de que te quieran como tú no sabes quererte te intente convencer de lo contrario. Pero la desesperación nunca fue buena consejera, como ese amigo que siempre te dice "una y pa' casa". Tener la sensación de que algo va mal crea ese mal que no hace posible que tu amor sea correspondido ergo verdadero.

Esos...
"no le voy a hablar para ver si es capaz de hablarme"
"voy a esperar 20 segundos antes de responderle para que no me vea desesperado"
"no le voy a decir te quiero para no ser el hueleculos aquí"
"¿celebramos nuestro aniversario este año?"
"me duele la cabeza"
... son el principio del fin. Pertenecen al mundo del intento donde los siempre no encajan.

Si actúas tal y como sientes, recibirás más de eso que sientes.

Si actúas para poner a prueba, pondrás a prueba lo que sientes.

Si crees y de verdad sientes que estás con el amor de tu vida es porque así lo es. Ese amor siempre es correspondido. Porque no es posible sentir el amor verdadero si sientes que la otra persona no siente lo mismo. No existe amor verdadero sin dos personas correspondidas capaces de construirlo y regarlo día a día, y sobre todo noche a noche.

sábado, 26 de marzo de 2016

Efímera existencia


Reflexiones de Crávindon:


Si tienes en cuenta la eternidad, lo que tú estás dando es un breve paseo por la existencia. Una cadena de improbabilidades han sucedido a lo largo de los milenios sólo para que tú existas hoy. 

Piénsalo. ¡Piénsalo otra vez! ¿No te parece increíble?

Eres esa partícula universal que creó las galaxias y puso a la Tierra a la distancia adecuada del Sol para que se engendrara vida.

Eres esa célula sometida a las condiciones idóneas para que fuera capaz de reproducirse.

Eres ese fallo genético que propició que las especies evolucionaran.

Eres esa armoniosa y perfecta agrupación de 46 cromosomas que forman un ADN que te hace funcionar perfectamente.

Eres el puto espermatozoide que ganó la carrera entre más de 100 millones.

Eres ese 0'000000000000000001% de probabilidad existente que podría nunca haber existido.

Ahora piensa en ese paseo que estás dando por la existencia, eso a lo que llamas vida, eso a lo que llamas mundo...

... que si me da vergüenza hablarle a esa persona,
... que si Rajoy nos recorta hasta las uñas si le dejo,
... que si no me veo capaz de aprobar ese examen, 
... que si el efecto invernadero va a derretir los casquetes polares y se va a liar, 
... que si no me gusta el michelín que se me forma debajo del ombligo, 
... que si me salió el doble tick azul y no me responde...

Y yo ahora voy y te pregunto, ¿para eso ganó la carrera ese espermatozoide?

Lánzate


Reflexiones de Llunoa:


Me apetece ir a esa fiesta pero no conozco a nadie. 
Me muero de ganas por hablarle pero no sé qué decirle.
Quiero dedicarme a eso pero me falta preparación. 
Ya no estoy enfadado pero paso de ser yo quien vaya a hablarle. 
Siempre he querido hacer puenting pero me da miedo.
Me encantaría irme a vivir a Alemania pero no sé alemán. 
...
La vida es demasiado corta como para que el hecho de preocuparte por pequeños detalles te impida vivir grandes cosas.

miércoles, 8 de julio de 2015

Objetivo fijado


Reflexiones de Tréimul:


Te propones algo. Hay algo que no es tuyo y quieres que lo sea: una persona que te descoloca, una meta en la vida o un sueño que siempre has tenido. Desde ese instante, tú y tu objetivo están conectados por una línea imaginaria. Ya es tuyo, y sólo depende de ti que deje de serlo. Es tuyo desde que decides ir a por él, no desde que lo consigues. Lo has conseguido desde el momento en que te propones hacerlo tuyo y lo pierdes desde que le haces caso a esa excusa que te pones a ti mismo, desde que escuchas esas voces de fuera que te dicen que estás loco, o desde que tropiezas con ese obstáculo del camino y luego pasas de levantarte.

Desistes porque piensas que es muy difícil, pero no te confundas. No es que sea difícil, sino que tú no tienes las suficientes ganas. Cuando hay ganas, cualquier dificultad es poca para ti. Mandas a callar esas voces interiores y exteriores que te dicen que no sigas, apartas de un guantazo cualquier obstáculo que se meta entre tú y tu objetivo, aprendes que si algo te frena en el camino no eres digno de alcanzar tu destino. No es exceso de dificultad, es déficit de motivación. 

Y si tu objetivo consiste en ser el mejor en algo y te encuentras con una dura competencia, no es porque hayas tenido menos talento que los mejores, es porque los mejores tuvieron más motivación que tú, porque es la motivación la que hace al talento. 

Hay personas con objetivos exigentes que duermen, que van a fiestas, que hacen vida social y que se ponen a ver series. Después se sienten mal porque ahí siguen teniendo su objetivo sin cumplir y conforme pasa el tiempo se rinden a la par que se sienten inútiles o se excusan culpando al mundo para proteger su autoestima. Luego hay personas con una obsesión capaz de eclipsar todas las áreas de su vida en pos de invertir todo el tiempo en la consecución de su objetivo. Tienen los cojones de sacrificar lo que eran por lo que serán. 

Es precisamente esa obsesión la que marca la diferencia entre estos dos tipos de personas, la intensidad con la que desean cumplir su propósito. Y es esa obsesión la que va forjando su talento a cada paso que dan, la que les hace resistir cualquier golpe por duro que sea, la que les enseña a convertir cualquier no en un sí y la que les muestra alguna manera de superar cada obstáculo cuando parece que no hay forma de seguir avanzando. El mundo es el que no hallará la manera de frenarlos. Los obsesionados no ven obstáculos porque ellos son el obstáculo. 

Si has querido algo y no lo has conseguido, deja de sentirte mal. No es que seas un inútil, es que no lo deseaste lo suficiente. 

jueves, 2 de julio de 2015

Felicidad, ¿dónde estás?


Reflexiones de Yedubel:


Hoy vengo a recordarte algo que a menudo olvidamos. Si tu meta es ser feliz y estás continuamente enfocando tu atención en lo externo a ti, o cambias de meta o cambias de enfoque. 

El verdadero origen de la felicidad está en la aceptación de uno mismo, por eso la felicidad empieza en nuestro interior y a través de nuestra personalidad la exteriorizamos. ¿Qué pasa a la inversa? Que si buscamos el origen de la felicidad en algo externo, como un piropo, un coche o un iPhone, y a través de nuestra necesidad la interiorizamos, nos daremos cuenta de que esa "felicidad" se desvanece al instante. 

¿Te diste cuenta de la diferencia? Lo que exteriorizamos es felicidad y lo que interiorizamos no es felicidad, sino necesidad, una necesidad que, como decía mi buen amigo Crávindon, una vez satisfecha, deja de provocarnos emoción. Por eso te dura tan poco esa "felicidad" que buscas fuera, y como te dura tan poco, por eso la sigues buscando una y otra vez inútilmente yendo, ojo, no de felicidad en felicidad, sino de necesidad en necesidad.

Estás buscando ese sentimiento al que llevas tanto tiempo aspirando en el lugar equivocado. La felicidad no es conseguir cosas, es disfrutar de las cosas. Acuérdate de esa mañana en la que te levantaste con una sonrisa inexplicable y lo primero que te dieron ganas de hacer fue poner música y bailar. Acuérdate de esa conversación profunda con esa persona que acababas de conocer en la que estuviste más pendiente de mostrarte tal y como eres que de intentar agradar y por eso salió todo tan bien. Acuérdate de buscar la felicidad en ti porque ese es su hogar. Ahí estará siempre, y si te empeñas en buscarla fuera, lo que verdaderamente estás haciendo es cerrándole la puerta para que no salga. Te estarás olvidando de lo único que te va a acompañar desde tu nacimiento hasta tu muerte: de ti mismo, de ti misma. Y eso es lo más injusto de todo. ¿Y cuál es el castigo por ello? Una pesada sensación de vacío de la que está el mundo lleno.

Hazme un favor. O mejor varios. Acéptate sin preocuparte de que te acepten. Ten claro lo que te gusta a ti y no lo que le gusta a los demás. Conócete para que luego puedas darte a conocer. Imagínate siendo la mejor versión de ti en cada momento. ¿Te imaginas la felicidad que sentirías? Pues ahora ya sabes dónde buscarla.

No he terminado. Sé que sonó bien como final de discurso, pero no lo es. No lo es porque ahora te he recordado dónde buscarla, pero se te volverá a olvidar. ¿Sabes por qué? Porque vives en una época en la que te rodea una sociedad consumista que te convence de que lo importante es aparentar de cara a los demás, te incita continuamente a que prestes atención a lo de fuera hasta que acabas despegándote de ti mismo llegando a tal punto en que piensas que ya no sabes ni cuánto te conoces. ¡Normal! Tanto postureo es lo que tiene. 

Ya no muestras quién eres porque se te ha olvidado, te has olvidado a ti mismo. Ahora muestras un "yo" construido socialmente y a gusto de la mayoría porque, total, ahora buscas la felicidad en lo externo. Cuando te sientes medianamente bien crees que eso es la verdadera felicidad porque ya eres incapaz de sentir la misma felicidad pura que sentías en la infancia. Te has hecho mayor y has caído en las redes del deber, de lo correcto y de lo formal. Ya no te gusta despeinarte ni ensuciarte la ropa. Ahora crees que lo que sientes al recibir 100 me gusta en una foto es felicidad. Como te has olvidado de definirte, buscas esa definición perdida en los demás. ¿Qué te ha pasado? Pregúntatelo. ¿Eres realmente feliz así? Si la respuesta es sí, los que hacen dinero contigo te lo agradecerán. Te han convencido bien de que la felicidad está en lo externo a ti, y la prueba de que no lo está la puedes comprobar por ti mismo en esos frecuentes cambios de humor que tienes. Así te disfrazan de felicidad eterna lo que en realidad es necesidad pasajera, y así se aseguran de que vayas de necesidad en necesidad. Por eso les conviene que cambies de humor frecuentemente y por eso te motivan a que vivas de una manera que te condena a seguir viviendo en ese ciclo. Te despersonalizan para que nades a favor de su corriente y en la misma dirección que las demás personas, cada vez más parecidas entre sí, cada vez menos parecidas a sí mismas, cada vez más lejos de volver a sentir auténtica felicidad. 

La despersonalización es como un virus tremendamente contagioso. Se transmite a través del trato cercano, las palabras y las costumbres. Por eso entiendo que se te acabe olvidando dónde buscar la felicidad, viviendo entre tanta gente vacía que te habla de lo difícil que es la vida, de lo guapas que están las llantas que se compró o de lo que desayunó ese día Cristiano Ronaldo. Y luego, de repente, te topas con alguien feliz que no te pregunta qué estudias o en qué trabajas, sino que te suelta cualquier chorrada que te saca una risa, que te cuenta sus historias con alegría y que se interesa por las tuyas, ese tipo de personas que te hacen volver a conectar contigo mismo y te recuerdan dónde tienes que buscar. 

Habrás encontrado la felicidad cuando seas tú quien le recuerde a otros dónde buscarla.



sábado, 4 de abril de 2015

Lo difícil


Reflexiones de Crávindon:


¡Cómo se complica la vida la gente! A lo fácil nos acostumbramos rápido y lo difícil nos atrae. Es así. Qué típico eso de ignorar al que te persigue y perseguir al que te ignora.

Funcionamos por necesidades. Algo nos llama la atención cuando es nuevo, cuando no lo conocemos, cuando nos desconcierta. Ahí nace la necesidad de descubrirlo. Una vez lo vas descubriendo y te gusta lo que descubres, va surgiendo paralelamente otra necesidad sin que te des cuenta: la necesidad de ser valorad@ por esa persona. Te esfuerzas en llamar su atención o te haces el/la difícil para que esa persona sea la se esfuerce. Aquí el camino se bifurca en dos. 

Hablemos primero de ese camino estable, llano, fácil de transitar. Has conseguido captar la atención y el interés de esa persona. Esa persona te halaga con frecuencia. Te sienta bien y sigues caminando. Esa persona se abre a ti y empiezas a conocerla a fondo. Sigues caminando. Esa persona te da sinceras muestras de que le encantas. Sigues caminando y te paras un momento. Algo no cuadra... Piensas, ¿por qué no me siento tan bien como creía que me sentiría? Porque ya has saciado tu necesidad. Por eso te paras. Miras atrás y te das cuenta de lo fácil que ha sido transitar ese camino. Esa necesidad del principio ha tardado muy poco en saciarse y no ha habido tiempo para la emoción ni la intensidad con la que en el fondo nos gusta experimentar las cosas. Vuelves atrás, te echas atrás. 

Y esto nos lleva al segundo camino, al inestable, pedregoso, lleno de baches, difícil de transitar. No consigues captar la atención de esa persona, o sí lo consigues pero no de la manera que tú quieres. No te halaga, no coge tus indirectas. Te sienta mal, pero te empeñas en seguir caminando y tropezándote. Esa persona no se abre contigo, sigue conservando su halo de misterio, sigue dejando insaciada tu necesidad de descubrirla, te deja con más preguntas que respuestas, te genera incertidumbre en lugar de estabilidad, pero tú decides seguir caminando, tropezándote y golpeándote. ¿Por qué? ¿Vale la pena? Es lo que te sueles preguntar cuando estás en medio de ese camino. Entonces te paras, miras atrás y te das cuenta de lo difícil que ha sido transitarlo. La necesidad sigue sin saciarse, así que decides seguir adelante. No te sientes bien, pero te sientes viv@. 

A veces, ni lo bueno es tan bueno ni lo malo es tan malo. Es más simple que todo eso. Mientras tengamos una necesidad, esa necesidad tirará de nosotros para que la saciemos, pero una vez saciada, dejará de tirar.

Ahora tú, persona que no se valora, sí, tú, masoquista emocional sin un gramo de amor propio, comprenderás por qué te pasa lo que te pasa. No eres capaz de valorarte y, por eso, te empeñas en buscar personas que te den el valor que tú no sabes darte. Lo gracioso es que cuando consigues que te valoren te aburres y cuando te tratan como a la mierda o pasan de ti te tienen en la palma de la mano. El proceso es sencillo: no te quieres => como no te quieres, no te conoces => como no te conoces, no sabes lo que quieres => como no sabes lo que quieres, no valoras lo que consigues => como no valoras lo que consigues, valoras lo que no consigues. 

Por suerte, no todo el mundo es así. Todo lo que existe existe porque existe su opuesto, y también estamos rodeados de personas que se quieren y se conocen a sí mismas. Como saben lo que quieren, lo valoran cuando lo consiguen. Entonces, ¿hay que ponérselo fácil o difícil a la otra persona? ¿Debería hablarle o debería pasar de ella para que venga detrás? ¿Hay que aparentar y seguir unas reglas o es mejor ser uno mismo? La respuesta a todo esto es que no hay una respuesta, la respuesta es que todo vale. 

¿Conoces a alguien en una discoteca, te gusta, l@ notas receptiv@ y te apetece disfrutar de ese momento? Pónselo fácil. ¿De qué te serviría ponérselo difícil si estás en modo carpe diem?

¿Esa persona que te puede llegar a interesar está mandándote señales pero a ti no te gusta ceder tan fácilmente y además aún no te nace el corresponder a su pasteleo? Pónselo difícil. ¿De qué te serviría ponérselo fácil si te vas a sentir mal contigo mism@?

¿Estás empezando a sentir cosas por esa persona y quieres intentar algo con ella? Háblale. ¿De qué te serviría pasar de él/ella si el "no" ya lo tienes?

¿Todavía le sigues hablando a esa persona que pasa de ti porque está detrás de otr@ que pasa de él/ella? Pasa de ella para que venga detrás. ¿No viene? Hay más peces en el mar.
  
¿Te lo/la quieres llevar a la cama pero sabes que sólo le van l@s mal@s y tú eres un/a buenaz@? Aparenta y sigue unas reglas. ¿De qué te serviría ser tú mism@ si con tu rollo de niñ@ buen@ no le vas a dar morbo? 

¿Quieres seguir conociendo a esa persona porque has notado lo bien que te sientes con ella y ella contigo? Sé tú mism@. ¿De qué te serviría aparentar si hasta ahora los dos se han sentido tan bien mostrándose tal y como son?

Como ves, cada persona es un mundo y cada mundo tiene sus necesidades, por eso no hay reglas estáticas y aplicables a todas las situaciones, sino situaciones a las que adaptarse dependiendo de tus necesidades. Que no te engañen. Eso de "pasa de él/ella y verás cómo viene" o "lo mejor es que seas siempre tú mismo, al que le guste bien y al que no también" no son más que frasería barata. Todo vale. Todo depende de tus necesidades, y mientras actúes conforme a ellas, decidas lo que decidas estará bien decidido.

Algo que le cuesta entender a las mujeres sobre los hombres: las necesidades pueden cambiar de un día para otro.

Algo que le cuesta entender a los hombres sobre las mujeres: mis necesidades no son las mismas que las tuyas en este momento.

Algo que le cuesta entender tanto a mujeres como a hombres: nuestras necesidades son incompatibles ahora mismo.

¿Solución a esto? ¡SER CLARO! Cuando interactúas con alguien, si los dos acuerdan que sea algo pasajero, no hará falta dar muchas explicaciones sobre nuestras necesidades porque nuestros actos lo dirán todo, pero cuando la cosa es más seria, no cuesta trabajo tener consideración con las necesidades de la otra persona y tenerle al tanto de las nuestras. Así evitaremos cambios de humor inesperados, reclamaciones, trabes, falsas ilusiones y todo ese brebaje nocivo que no es sano para ninguno de los dos. Pero espera... No le pidas esto a todo el mundo porque no todo el mundo sabe ser claro. No todo el mundo tiene la capacidad de ser plenamente consciente de sus emociones y de saber comunicarlas. Cada persona es un mundo y cada mundo es libre de decidir si quiere esforzarse en cambiar para adaptarse mejor a otro mundo o quedarse como está. Lo que no se puede hacer es obligarlo. No es ni mejor ni peor que tú, es diferente.

Esa típica frase que tanto has escuchado en boca de hombres, de mujeres y, seguramente, de tu propia boca: "No hay quien les entienda". ¿Te suena, verdad? Esa frase no existiría en un mundo donde hubiera una única regla infalible que funcionara con tod@s, donde fuera todo tan fácil y comprensible. Te gusta alguien, usas la regla de ser directo y le vas a comer la boca directamente. Funciona porque es una regla infalible en ese mundo. Ya está, ya tienes a la otra persona... ¿Sabes qué te digo? Que menos mal que el mundo real no es así, porque sería tan excitante como una carrera de caracoles. Lo bueno del mundo real es que puedes sentir el impacto de una mano estrellándose contra tu cara si usas esa regla con alguien, y que si al siguiente alguien vas de buenas por si acaso que te dé otra hostia, te dice que lo que le gusta es que sean más direct@s. 

Ahí está la gracia, en no saber qué te vas a encontrar cuando alguien atrae tu atención, en descubrir a ese alguien, en diferenciarl@ de otr@s, en reconocer las emociones que despierta en ti y detectar la necesidad que tienes ligada a esa emoción para luego actuar con esa persona en base a esa necesidad, en saber que cualquier cosa que le digas puede hacer que te mande a tomar por culo o que te invite a su casa, en decidir si arriesgar por lograr una victoria o no arriesgar por miedo a una derrota... 

Nos quejamos porque con tantas cosas a tener en cuenta ya no sabemos ni cómo actuar, y nos olvidamos de que el encanto está precisamente en no saberlo, porque así jugamos a descubrirlo. Sin dificultad, no hay emoción.

Admítelo, cuesta nada: nos gusta lo difícil.